martes, 17 de marzo de 2009

El Declive del Hombre Público - Sennett

Reportamos partes da obra de Richard Sennett - El declive del Hombre Público - (The Fall Of Public Man), autor de outros tantos livros igualmente interessantes. Este em particular, traz a visao da relaçao entre o público e o privado quando esta questao começou a protagonizar as atitudes dos cidadoes, vistas desde a París de Balzac.


En el siglo XIX, la personalidad estaba compuesta de tres términos: la unidad entre el impulso y la apariencia, autoconciencia sobre el sentirse, y espontaneidad como anormalidad. La raíz de la personalidad era un nuevo tipo de creencia secular; la Naturaleza trascendente fue reemplazada por la sensación inmanente y el hecho inmediato como el arduo centro de la realidad.

En la obra de Balzac, estos términos de la personalidad fueron establecidos en los códigos para la compresión de la sociedad, y estaban relacionados a las condiciones materiales de la época. En las vestimentas de mediados de siglo, estos términos de personalidad ascendieron al dominio público, y una vez allí entraran en un diálogo con las fuerzas de producción y distribución industrial. En la familia nuclear de la época, debido a todo el deseo de estabilizar relaciones personales y separarlas de la sociedad, estos mismos términos de la personalidad perturbaron el proceso de la familia. Y en las rebeliones contra la cultura pública de mediados de siglo, el interés compulsivo en la expresión personal en público permaneció intacto inhibiendo tanto el alcance como la espontaneidad de rebelión, y ensanchando el hueco entre las apariencias en vida cotidiana y las apariencias en el escenario.

En París o Londres en los años 1750, encontraríamos multitudes cuya apariencia era a la vez más simple y confusa que las multitudes de nuestro tiempo. Actualmente una persona en la calle puede distinguir de vista a la persona pobre de aquella de clase media y, con un poco menos de precisión, a la persona rica de la persona de clase media. En la mitad del siglo XVIII, las apariencias en las calles eran manipuladas de esa manera hasta el punto de convertirse en los indicadores más precisos de la posición social. La clase de trabajo que una persona realizaba se podía discernir a partir de las vestimentas peculiares adoptadas por cada gremio, como también se podía distinguirse la jerarquía de un trabajador en su oficio echando una mirada a ciertos moños y botones que llevaba.

Aquel vestuario que a fines del siglo XVII era utilizado en cualquier ocasión, fue concebido como apropiado solamente para el escenario y la calle en el siglo XVIII. En el hogar, las entalladuras flojas y las vestimentas simples constituían las preferencias crecientes de todas las clases. Aparece aquí el primero de los términos de la división entre el dominio público y el privado; el dominio privado es más natural, el cuerpo aparecía como expresivo en si mismo.

En el hogar, la ropa se adaptaba al cuerpo y a sus necesidades; en la calle se llevaba ropas cuyo propósito era el de hacer posible que otra persona pudiese actuar como si supiese de quién se trataba. El propósito de las vestimentas no era de otorgar seguridad en el conocimiento del otro, sino el de volver a la persona capaz de comportarse como si estuviese segura. "No investigues demasiado profundamente dentro de la verdad de la apariencia de otra gente", aconsejaba Lord Chesterfield a su hijo; "la vida es más sociable si tomamos a la gente como es y no como probablemente sea".

Los modos de la expresión pública y privada no eran tan contrarios como alternativos. Los impulsos de voluntad y artificio eran los que gobernaban al dominio público mientras que los que gobernaban al dominio privado eran aquellos de la restricción y destrucción del artificio. Lo público era una creación humana; lo privado era la condición humana.

La visión de Balzac:- "En París los sentimientos auténticos son la excepción; Son destruidos por el juego de intereses, aplastado entre ruedas de este mundo mecánico. Aquí la verdad es denigrada, aquí se vende la inocencia. Las pasiones han dado paso a los vicios y a los gustos funestos. Todo es sublimado, analizado, comprado y vendido. Es un bazar donde todo tiene su precio y las especulaciones se hacen a luz del día sin pudor alguno. La humanidad tiene sólo dos formas, el embaucador y el embaucado... Se espera la muerte de los abuelos; El hombre honesto es el tonto; Las ideas generosas son medios para la consecución de un fin; La religión aparece sólo como una necesidad del gobierno; La integridad se transforma en una pose; todo es explotado y vendido al menudeo; El ridículo es un medio de publicitarse y de que se le abran las puertas; los hombres jóvenes tienen cien años e insultan a los ancianos... Veréis, París es como una selva en el Nuevo Mundo, donde unos cuantos salvajes: los Illinois, los Hurones, quienes viven de los productos que les ofrecen las distintas clases sociales. Usted es un cazador de millones, para capturar ese millón usted utiliza trampas, veretas, señuelos. Algunos cazan herederas, otros un testamento. Algunos pescan conciencias, otros venden a sus clientes atados de pies y manos. El hombre que regresa con su moral bien provisto es saludado, festejado, recibido en el seno de la buena sociedad."

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