Se puede decir que el traje de luces, tal y como lo conocemos en la actualidad, procede de los vestidos de torear de corte goyesco que comenzaron a utilizarse con regularidad en la segunda mitad del siglo XVIII, fecha en la que la corrida empieza a sentar las bases del espectáculo que es hoy en día. El traje de luces se compone de tres elementos básicos: la chaquetilla, el chaleco y la taleguilla. Es el traje mas bello que hay… para enfrentarse a la suerte, ante a un toro bravo, el hombre se pone en luces...
Este espectáculo sin igual en el mundo, donde el hombre arriesga su vida y desata pasiones es el ritual que une el arte a la muerte. Ha formado parte de la cultura universal, siendo base importantísima de tantas otras manifestaciones culturales como la literatura, la pintura, la escultura, la música, el cine, etc.
Hacen dos siglos, en la Real Maestranza, en función del cambio de protagonismo en el espectáculo, por petición de un torero se incorporo al terno un galón de palta. Luego, nuevas innovaciones: el adorno de los galones, por ejemplo, se complementa con rapacejos, botones y bordados.
En concreto el traje de luces que hoy vemos lucir en las plazas se dio por la introducción y el uso de borlas y machos, de alamares, de lentejuelas o luces y de los adornos de pasamanería; además rectifica el corte, acortando la chaquetilla y ampliando las hombreras. Puede decirse entonces, que con estos cambios, el traje de luces quedó definitivamente diseñado.
Las sastrerías, donde se lo hacen son unas fabrica de ilusiones, donde el trabajo nada tiene que ver con la muerte del toro o la mala suerte del torero, sino, lo de hacer la belleza y el esplendor de su trajear que matiza y enriquece el espectáculo. Son pocos y serán todavía menos los que se dedican a la tarea de vestir a un torero: Tomar medidas, dibujar, cortar, coser y bordar. El capote, la jaquetilla, con sus hombrillos, la taleguilla, la montera, sin hablar en el corbatín, la camisa y las zapatillas. Toda la indumentaria dedicada al toreo moderno o a pie.
El sastre es un mago, las costureras son hadas y las bordadoras verdaderas diosas, que hacen con que el hombre, se vista de luces para la "batalla de las suertes". El taller de luces, es que proporciona lo que ha de más bello en el toreo: - Si pues en el traje está el encanto de los colores, el brillo de las piedras y lantejuelas, del oro de los hilos y canutillos, que con el sol, de la tarde en la plaza, hacen lucir y parecer verdaderamente de luces.
Retratamos la Sastrería Fermín, en la Calle de la Aduana, en Madrid, que denominamos como "el taller de luces" - nada más que justicia a lo que se hace allí. Todos artistas incógnitos, que de sus labores, suele salir la vestimenta de los matadores, picadores, banderilleros, en fin de las cuadrillas de las plazas de España e de otras partes del mundo taurino. Todo hecho a mano, como hace a tiempos y que resiste a la modernidad y a los avances tecnológicos. Ojala, perdure por otros tantos siglos, tamaña es la maravilla de estos oficios ya amenazados de extinción.
Este espectáculo sin igual en el mundo, donde el hombre arriesga su vida y desata pasiones es el ritual que une el arte a la muerte. Ha formado parte de la cultura universal, siendo base importantísima de tantas otras manifestaciones culturales como la literatura, la pintura, la escultura, la música, el cine, etc.
Hacen dos siglos, en la Real Maestranza, en función del cambio de protagonismo en el espectáculo, por petición de un torero se incorporo al terno un galón de palta. Luego, nuevas innovaciones: el adorno de los galones, por ejemplo, se complementa con rapacejos, botones y bordados.
En concreto el traje de luces que hoy vemos lucir en las plazas se dio por la introducción y el uso de borlas y machos, de alamares, de lentejuelas o luces y de los adornos de pasamanería; además rectifica el corte, acortando la chaquetilla y ampliando las hombreras. Puede decirse entonces, que con estos cambios, el traje de luces quedó definitivamente diseñado.
Las sastrerías, donde se lo hacen son unas fabrica de ilusiones, donde el trabajo nada tiene que ver con la muerte del toro o la mala suerte del torero, sino, lo de hacer la belleza y el esplendor de su trajear que matiza y enriquece el espectáculo. Son pocos y serán todavía menos los que se dedican a la tarea de vestir a un torero: Tomar medidas, dibujar, cortar, coser y bordar. El capote, la jaquetilla, con sus hombrillos, la taleguilla, la montera, sin hablar en el corbatín, la camisa y las zapatillas. Toda la indumentaria dedicada al toreo moderno o a pie.
El sastre es un mago, las costureras son hadas y las bordadoras verdaderas diosas, que hacen con que el hombre, se vista de luces para la "batalla de las suertes". El taller de luces, es que proporciona lo que ha de más bello en el toreo: - Si pues en el traje está el encanto de los colores, el brillo de las piedras y lantejuelas, del oro de los hilos y canutillos, que con el sol, de la tarde en la plaza, hacen lucir y parecer verdaderamente de luces.
Retratamos la Sastrería Fermín, en la Calle de la Aduana, en Madrid, que denominamos como "el taller de luces" - nada más que justicia a lo que se hace allí. Todos artistas incógnitos, que de sus labores, suele salir la vestimenta de los matadores, picadores, banderilleros, en fin de las cuadrillas de las plazas de España e de otras partes del mundo taurino. Todo hecho a mano, como hace a tiempos y que resiste a la modernidad y a los avances tecnológicos. Ojala, perdure por otros tantos siglos, tamaña es la maravilla de estos oficios ya amenazados de extinción.
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